Violencia contra mujeres y niñas. CNV: una oportunidad
La frase de Maya Angelou -poetiza y activista de derechos humanos-: “he aprendido que cada vez que decido algo con el corazón abierto, generalmente tomo la decisión correcta”, ilustra que una mujer en ejercicio pleno de sus libertades y derechos, le es factible decidir. Desafortunadamente la realidad es muy lejana de garantizar la vida en plenitud, de niñas y mujeres.
La violencia hacia las mujeres es una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas y generalizadas en todo el mundo. Se trata de un problema que se ha intensificado en prácticamente todos los entornos de nuestra vida en sociedad, incluidos el lugar de trabajo y los espacios en línea. Lo peor de todo es que esta situación se agravó en años recientes por los efectos pospandemia, los conflictos armados y el cambio climático.
La violencia contra las mujeres y las niñas tiene graves consecuencias físicas, económicas y psicológicas, tanto a corto como a largo plazo, al impedirles participar plenamente y en pie de igualdad en la sociedad. La magnitud de este impacto, tanto en la vida de las personas y familias, como de la sociedad en su conjunto, es inmensa.
Sin embargo resulta sorprendente la escasa cantidad de recursos que los países destinan para atender este problema. Tan sólo 5% de los recursos gubernamentales en el mundo van destinados a la violencia de género y se invierte menos del 0.2% en su prevención.
Aunque todas las mujeres en el mundo pueden sufrir cualquier tipo de violencia, algunas mujeres y niñas son particularmente vulnerables, como: las niñas y las mujeres más mayores; las mujeres que se identifican como lesbianas, bisexuales, transgénero o intersex; las migrantes y refugiadas; las de pueblos indígenas o minorías étnicas, o mujeres y niñas que viven con VIH y discapacidades, y aquellas en crisis humanitarias.
Según datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) del INEGI, en México 70.1% de las mujeres han experimentado al menos un incidente de violencia en sus vidas. La violencia psicológica es la que presenta mayor prevalencia con el 51.6%, seguida de la violencia sexual con 49.7%, la violencia física con 34.7% y la violencia económica, patrimonial y/o discriminación con 27.4%.
Las entidades federativas donde las mujeres han experimentado mayor violencia a lo largo de su vida son: Estado de México con 78.7%, Ciudad de México con 76.2% y Querétaro con 75.2%.
En la CDMX, la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia identifica 9 tipos específicos de violencia: psicoemocional, física, patrimonial, económica, sexual, contra los derechos reproductivos, obstétrica, feminicida y simbólica. También reconoce 9 modalidades de violencia en función de quién ejerce la violencia contra las mujeres y en dónde: violencia familiar, en el noviazgo, laboral, escolar, docente, en la comunidad, institucional, mediática contra las mujeres y violencia política en razón de género.
Sin embargo, un alto porcentaje de mujeres y niñas que sufren cualquiera de estos tipos de violencia no lo denuncian por miedo a las consecuencias o a las amenazas, o porque no sabían cómo y dónde denunciar. En México, sólo 15% de las mujeres y niñas que sufren violencia piden ayuda o lo denuncian.
Como parte de las políticas públicas para atender este problema, en 2010 se crearon los Centros de Justicia para las Mujeres, a cargo de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres. A la fecha se tienen registradas 65 unidades en todo el país y 4 en la Ciudad de México. Además en 2020 se creó el Programa de Apoyo para Refugios Especializados para Mujeres Víctimas de Violencia de Género mediante el cual el Gobierno Federal otorga subsidios a los Entes Públicos y OSC que brindan protección y atención a mujeres víctimas de violencia de género, y a sus hijas e hijos, mediante 101 Refugios Especializados.
En la CDMX existen 27 LUNAS, que son espacios donde las mujeres que viven cualquier tipo de violencia pueden encontrar asesoría y acompañamiento psicológico y jurídico para salir del círculo de la violencia, además de brindar información y canalización en temas como derechos sexuales y reproductivos, Interrupción Legal del Embarazo (ILE) y desarrollo económico.
A pesar de estos esfuerzos, organizaciones de la sociedad civil como la Red Nacional de Refugios y Fundar, Centro de Análisis e Investigación, han señalado que si bien los refugios son espacios que salvan vidas y son hasta ahora el mecanismo más articulado para prevenir feminicidios, el gobierno no garantiza la progresividad de recursos para estos programas, su presupuesto sólo cubre algunos meses de operación al año además de que los recursos llegan con meses de retraso para su ejecución.
En Alemania, por ejemplo, con una población de 83 millones 166 mil personas, existe una red de 336 refugios, además de 72 casas seguras, 288 centros especializados de asesoramiento para mujeres y más de 261 centros de intervención que proporcionan apoyo proactivo y coordinado a las víctimas de violencia. Aún así, de acuerdo a las recomendaciones del Convenio de Estambul, sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica, Alemania tiene un déficit de lugares para garantizar una atención integral de las mujeres y niñas que sufren algún tipo de violencia.
En tanto el Estado mexicano no invierta en la prevención y atención de las violencias en contra de las mujeres, no podremos eliminar las desigualdades y discriminaciones, ni desarrollar nuestra sociedad y su economía de manera sostenible e integral. Tenemos como sociedad el gran reto de generar una cultura de la inclusión, de la igualdad, humana y compasiva, que contribuya a la construcción de paz. En esto, la comunicación compasiva (mejor conocida como CNV), es una herramienta muy fortalecedora.
La columna se puede consultar directamente en El Heraldo de México.